Estilos de inversión Value investing Inversiones Psicología del dinero

El inversor inteligente es un realista que vende a los optimistas y compra a los pesimistas

En este artículo:

Sobre Benjamin Graham

Benjamin Graham es considerado el padre del value investing, una filosofía que transformó para siempre la manera de entender los mercados.

Nació en Londres en 1894, pero su familia emigró a Nueva York cuando él contaba apenas un año, en busca de un futuro mejor. Su padre falleció siendo él muy joven, lo que marcó su relación con el dinero hacia la prudencia y el objetivo principal de proteger el capital.

Se graduó con honores en la Universidad de Columbia en 1914, donde le ofrecieron impartir clases de matemáticas, filosofía y literatura, aunque optó por iniciar su carrera en Wall Street. Tras el colapso de 1929, regresó a Columbia como profesor, donde enseñó Finanzas y Gestión de inversiones durante casi tres décadas. Fue allí donde sentó las bases del value investing, una filosofía centrada en tres pilares: disciplina, análisis riguroso y protección del capital. Entre sus alumnos, se encontraban figuras que marcarían la historia de la inversión, como Warren Buffett, Walter Schloss e Irving Kahn.

En 1934 publicó, junto a David Dodd, Security Analysis, obra que se convertiría en el manual fundamental de la inversión profesional durante generaciones. Quince años más tarde, en 1949, lanzó The Intelligent Investor, un libro pensado para el inversor medio que buscaba ser una guía clara para invertir con sensatez. 

Fue precisamente este libro el que marcó a un joven Warren Buffett. Buffett adoptó las enseñanzas de Graham como la base de toda su filosofía inversora, y más tarde lo describiría como “el mejor libro sobre inversión jamás escrito.” Desde entonces, Buffett ha considerado a Graham su maestro, y al value investing, su legado intelectual.

Reflexión sobre la cita

La cita de hoy refleja la percepción de Graham sobre los mercados, al entender que no son racionales, sino que se mueven bajo los efectos del miedo y la codicia. Cuando el ánimo colectivo es excesivamente optimista, los precios tienden a inflarse; cuando domina el pesimismo, los activos de calidad se venden por debajo de su valor real. Por lo tanto, el trabajo del inversor no es seguir la corriente, sino aprovecharla.

Por eso, nuestro modelo de asesoramiento pone mucho foco en entender a cada persona, y en determinar cuáles son los estilos de inversión más adecuados para ella.